
"Parece que la cosa va mejor, poco a poco está recobrando funciones, ya le han quitado la respiración artificial e incluso el oxígeno y puede respirar sin ayuda, él sólo. Eso es algo muy bueno", explica el universitario que, desde hace casi un mes, cuando su padre sufrió un terrible accidente en los alrededores de Copiapó, en pleno desierto de Atacama, ha dejado su casa de Málaga por un hotel del centro de Santiago de Chile.
"Estoy aquí junto a mi madre desde que nos llamaron. Primero viajamos a Copiapó, donde nos trataron muy bien, y después, cuando mi padre ya se mantuvo estable, nos trasladamos a este hospital de la capital chilena", continúa con entereza el hijo mediano de Cristóbal, un estudiante de arquitectura técnica de 23 años.
"Sabemos que la evolución es muy lenta sobre todo en el aspecto neurológico, pero ahí también vemos avances porque ahora cuando le cojo la mano me la vuelve a dar o abre los ojos y nos mira, y eso es algo que antes no sucedía. Estamos animados en cuanto a su recuperación. En la última semana ha hecho algunos avances significativos. Tuvimos dos semanas en las que no veíamos ningún tipo de mejora y fue muy duro, pero parece que ahora la situación ha cambiado y esperamos volver a España la próxima semana, al Instituto Guttman de Barcelona", dice Óscar.
Mientras, la empresa organizadora del Dakar va llamando de manera esporádica, con una interprete, para hablar con él, pero el seguro de la carrera sólo cubre 4.500 euros, de los más de 50.000 que llevan gastados. "La Federación Española se va a encargar de todo. Y se está portando muy bien con nosotros la familia de Carlo de Gavardo. Mi padre es fuerte y debe salir bien de ésta". Así sea.
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